Pararon a reflexionar su carrera, como si de un sueño se volviese a tratar. Buscaron hasta el significado del significar, hasta encontrar a Dios. El momento.
Ahora, escuchadme los que me escuchéis, leedme los que me leáis. En voz baja, mis susurros. Sentir, oyendo de fondo la antítesis de un tango alegre. Con el corazón en un puño, oíd, escuchad, leed. Sentid.
Una gota de magia. Que vuela con el viento, dando vueltas, como una tormenta. Que surca las olas, como un vendaval. Que recorre el alma, como una ilusión.
Sentid, imaginad. Corred, volad, reíd. Gritad. Saltad.
Sentid las palabras. Si las razonais, griegos, escribo:
El Amor se intenta definir en
palabras. El problema es que las palabras no son realidades, sino simples
alusiones a ésta: las propias palabras son metáforas de la realidad. Por lo
tanto definir el Amor en palabras implicaría hacer alusiones constantes a la
realidad relacionando unos conceptos y otros (pues es esto lo que hacen las
palabras al final). Aquí el problema reside en que estas alusiones pueden ser conocidas
por el propio oyente o no, por lo que, en realidad, intentar definir el Amor,
tendría como fin explicarlo a alguien que no lo conoce, relacionándolo con
otros conceptos de la realidad que sí conoce, metaforizarlo. El otro fin por el
que quisiéramos definir el Amor sería la simple belleza de las palabras y
metáfora, la simple conversación.
Encontrada la necesidad de
definir el Amor, veamos los medios: las palabras. Al ser simples alusiones de
la realidad, como antes he mencionado, tendrían un sentido metafórico. Y, ¿qué
hay que sea como el Amor? ¿Con que podemos igualarlo en metáforas? Es evidente
que la propia palabra “Amor”, por sí sola, no describe nada. El hecho está en
que el Amor es un sentimiento, y describirlo nos obligaría a hacerlo sentir al
oyente. Por lo tanto, definir el Amor (que es explicar un sentimiento), es
hacérselo sentir al oyente o lector. Las palabras tienen que aludir a la
realidad de forma que el oyente reconozca en estas realidades al propio Amor.
Es decir, hay que encontrar algún otro sentimiento que haga sentir igual que el
Amor al que nos oiga. Pero, si hubiera ese sentimiento, ¿no se llamaría
igualmente Amor? No hay otro sentimiento igualable al Amor (ni por encima ni
por debajo), ya que sería incoherente ponerle otro nombre a lo mismo, por esto
se agrupa en Amor al paterno, al fraternal, al de pareja…
Así pues, el Amor es un
sentimiento que para entenderse ha de sentirse. Las palabras tienen que crear
la misma realidad que hiciera al oyente sentir el Amor en el mundo real, fuera
de las palabras. Esto implicaría alusiones a aquello que nos provoca Amor. Como
el Amor es algo bello, no podrían ser alusiones simples, sino bellas,
enternecidas con el arte de las palabras, jugando a sentir con algo abstracto
que no siente, creando algo en un corazón, creando un sentimiento, Amor.
Alusiones a la realidad, bellas. Eso sería lo necesario para definir el Amor.
Por lo tanto, los dos fines por lo que podríamos querer definir el Amor, han de
seguir los mismos caminos si quieren ir por el de la efectividad. El Amor es la
bella metáfora de la realidad escondida entre letras.
Dejad de estructurar el mundo, que salte y se estire. Reíd. Vivid. Haced lo que queráis, no lo que os diga.
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