domingo, 30 de septiembre de 2012

Tourette, la ciencia y la vida


Ella tenía síndrome de Tourette. Después de ver a Juan, él se había pasado por su despacho a recoger el cuaderno y después hizo su ronda empezando por ella. Tenía muchos años menos y una enfermedad mental que algunos confundían con el trastorno obsesivo-compulsivo. Cuando llegó a su habitación, ella estaba acariciando la pared, buscando en su rugosidad satisfacer la necesidad de sus sentidos. Él olió la sensación de sus manos, la rugosidad de su piel contra la de la pared. Percibió por un instante el sonido de sus manos en su vida. Y buscó entre su piel la propia y la ajena. Se sumieron en el abrazo de una sonrisa. Mientras miraban sus manos en la pared. Le gustaba interaccionar con los pacientes a su manera, jugar a su juego. Ser parte de ellos. Que ellos tuvieran la seguridad necesaria para seguir adelante y confiar en él. Buscaba liberarles de la opresión de la enfermedad y liberarles en sus propios sentimientos.

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La ciencia se basa en la vida, a veces lo olvidamos.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Cuentas y números

Pues señores y señoritas la vida cambia. Así que así les dejo una historia del pasado que suele resumir bastante el futuro de algunos...


-Es el momento de elegir. Tienes que decidir entre inmolarte o morir. Puedes escoger no sufrir con el Mal, ser inmune, pero ser inmune también al Bien... o bien puedes coger disfrutar del Bien, sufriendo con el Mal también. Es un juego, como quieras, de palabras. Pero es cierto, el Bien no es sin el Mal, y el Mal no es sin el Bien.


sábado, 1 de septiembre de 2012

Música y pasión, tensión y corazón.


La música, es indefinible, supongo. Quizás no sea posible hablar con palabras de otro lenguaje que de por sí expresa algo que no oímos. Escucha con el corazón. Porque hay palabras que no lo son, porque se oyen desde el sentimiento directo. No sabemos sentir las palabras. Podemos aprender. Seríamos grandes esponjas abrumadas, pero empapadas y chorreantes. Sentir todo, en palabras, significaría entender, a nuestra manera, el mundo, colorearlo con nuestros colores, pero también saber elegirlos, porque descubriríamos sensaciones que no tienen nombre entre palabras. Dentro de cada letra se escondería una pequeña sensación, cada palabra implicaría un gran impacto y cada frase escondería un corazón propio. Los textos tendrían vida, porque al leerlos cambiarían tu mente, tu vida. Sentirías todo, nuevo, relleno, constante y renovado. Como si agua nueva en un río frío, viejo y turbulento fuera. Al fin, sentiríamos la vida, hablaríamos de ella... quizás.

Todos hemos sido bebés, todos hemos nacido. Hay algunos que no lo aparentan, otros vivos que aún no han nacido, entre autistas y superdotados, artistas y sobreexplotados, podemos vivir en un mundo inventado.
Quiero decir que nosotros nacemos, la vida nos va llegando y vamos asimilando las sensaciones, convirtiéndolas en sentimientos y poco a poco dando sentido a la vida. Según crecemos, dejamos de llorar y reír a todas horas, nos convertimos todos en parte de la sucia sociedad (suciedad, la llaman algunos), llenamos el alma de gris. Quizá dejamos de llorar y reír porque descubrimos otras formas de sentir. Mentira. No descubrimos otras formas de sentir. Dejamos de sentir. Empezamos a inventar la vida, como si fuera parte de la mente razonada. Pero escondidas, en nosotros, las emociones son las que nos permiten decidirnos por los caminos a elegir. La rutina, quizás. Sin sentimiento, la emoción indefinida por su inexistencia entre brumas de polvo sucio. La cotidianidad de los días comunes, en verano, en invierno, sin sentimientos de calor ni de frío, solo de temperatura. Sin vivir. Sin sentir, sin nada. Nada. Todo lo convertimos en nada, otra vez. Sólo nos queda la música, y Dios.

Nos volvemos grises porque es más fácil ser gris. Amar implica sufrir. Siempre. La música es Amor, la fe es Amor. El amor implica sufrimiento. Es curioso, como elegimos el gris en vez del color, nos volvemos de otra textura y creemos que estamos dentro de nosotros, entre teatros de emociones, mientras nuestro corazón sigue vagando en la niebla. La suciedad del humo gris nos envuelve, porque nosotros ya estamos acostumbrados al mundo. Nos hacemos viejos pensando que el mundo ya no tiene sorpresas para nosotros, que ya no hace falta sorprenderse de verdad, ni reír y llorar constantemente, como cuando eres niño y lo estás descubriendo todo. Ahora ya nada es nuevo, aunque lo sea y lo viejo, recuerdos, es lo único que sigue generando sentimientos, como oleadas de pasado que te recuerdan que alguna vez sentiste y que ahora ya solo te queda mirar las fotografías viejas o quitarte ese polvo gris que se va acomodando en tu corazón sucio. Vete, huye. Hacia el mundo.

Quizá sea eso. Una filosofía de amor. Lo único que sentimos, al final, y lo que hace mover al mundo entonces. Una palabra sola, que corre entre oídos de gente sorda, buscando entrar por algún orificio directo al corazón. Pero y qué, si las palabras ya no se sienten. Puedo hablar de amor y decir que lo siento o sentir cualquier cosa en mi cuerpo y llamarla por un nombre inventado. Te lo diré. Y tú no podrás saber si esa sensación la conoces o no, si la sientes o no. ¿Seguro? No, claro. Son las palabras, que solo confunden. Quizás habrá que hablar con el lenguaje del amor: la música, la fe. La música entre nosotros, seamos una gran orquesta, miles de orquestas, que crezcamos juntos, dialogando entre melodías y peces de agua dulce y salada, pentagramas de alegría y de pasión, saltos de júbilo, composiciones de amor. La fe con Dios, que dirija nuestra orquesta y nos lleve a buen puerto, donde los peces no sean mal pescados.

¿Sabéis? No creo que se pueda hacer mañana, pero se puede conseguir. Los científicos lo dicen en su lenguaje, aunque los escuchen solo sus colegas. La música es un lenguaje universal, sin mentiras ni engaños, sin palabras feas ni bonitas, sin más ni menos. Por igual. Es una sensación interminable, inigualable, que termina donde empieza la rutina, cuando conviertes la obligación en necesidad, deja de ser miedo y empieza a ser música.

El lenguaje perfecto necesita ser aprendido y practicado con disciplina, según dicen. Es una obligación de quien lo quiere practicar. Lo convertimos en necesidad cuando lo sentimos en vez de practicarlo sin más. Convertir la obligación en necesidad. Y la necesidad banal olvidarla. Las adicciones son por gusto en un principio, gusto del cuerpo, no del alma, claro, pero gusto al final. Luego son por aburrimiento, luego por rutina, luego por aburrimiento otra vez.

El dolor de cabeza de estar reconvirtiendo tu cuerpo en otra vez materia de colores es muestra del sufrimiento por amor.