jueves, 30 de agosto de 2012

Aclarando II


Instinto. Todo comienza con la supervivencia; el que sobrevive, vive, claro. Sobrevivir en la jungla social. El hábitat de asfalto. Las columnas de gris. El humo. Instinto y experiencia se unen, como buscando algo en un futuro escrito en algún lado incierto.
Defensas, psicológicas. Supervivencia social, no humana. Todo unido en el caos teórico.
En la vida, se va sucediendo la supervivencia a la sociedad por el mejor. sobrevive el mejor adaptado, los marginales se pudren entre escombros y estiércol. Hay quien los extermina. Supervivencia. Condiciones artificiales, pero el mismo sistema. Selección artificial, dentro de la natural, dentro de la universal. ¿Casual? No lo creo.
Así, la vida consiste en sobrevivir. Redundante, diría yo.
¿Y aquello de sentir? Está de moda.


Realmente el mundo no tiene colores. Lo pintas como quieras, feo, bonito, abstracto. Incluso lo pintas gris o sin color. Todo depende de la búsqueda de los colores. Los colores del cielo. Un cielo azul en un día nublado, un sobrecogedor gris cian, una manta de nubes rosas al amanecer, y al atardecer, lluvia.
No te afecta el exterior más que el interior. Observa. Llegan a ti oleadas de información, olas cargadas de lo que quieras, de los colores que quieras. Una frase puede ser bonita, fea o nula, sobrecogedora, verde o azul, rosa pálido, redonda, puntual. Depende de ti. De tus sentidos internos.
Quizá deba explicar más cosas.


Las lágrimas de un piano vivo, gritando en medio de la noche, cayendo gotas de lluvia en cada tecla. Cada sonido profundo de un viento lejano, como un clarinete surgido entre los árboles, hablando del mundo y de la vida. Un ser, entre páginas, como negras y elegantes notas danzando.


El curioso estado en que te sumerge la música cuando nada y todo parecen volverse del revés. Todo como si fuera el mundo para ti, nada como si realmente eso no fuera más que eso. Cuando andas como perdido entre nieblas de notas y preguntándote por nada y todo a la vez, sintiendo una fuerza interior salida del sonido de tu alma. La brisa de la música es la canción del alma.

El  sonido de tu vida está fuera de sí. La música te envuelve como si fueras tú en tu propio abrazo incosciente de amor.



Su cuerpo se transformaba, sus ojos se entrecerraban y su nariz se hinchaba, como si también oyera a través del olfato, como si aspirara la nota para metabolizarla.




Gritaba, por qué no, su cuerpo gritaba que le sacaran esa alma para bailar con ella. Como a la luz de un claro de luna romántico de piano, sonaba a respiraciones gigantescas, entre brumas de notas y de amor.



Yo misma sentía que el mundo desaparecía mientras tocaba. Entonces sólo había música.



Como un piano, elegante, grandioso en su diminutez entre teclas de olvido, como recordando gotas, lágrimas agudas y bien colocadas, mal tocadas. Amor de negro y blanco, emoción de unos sonidos saltarines y poco profundos, únicamente enamorados del amor, saltando entre escaleras de mármol y carbón, entre gritos de nostalgia y llantos de dolor. ¿La belleza? ¿No era la falta de dolor? Después, un clarinete escondido, saliendo entre aires de tristeza bella, pero como un gnomo de jardín viviente, con la profundidad de la sabiduría joven, entre escamas de peces de agua dulce, entremezclándose pronto con una flauta, ninfa, esponja, que le absorbe, más que le recoge, cuando este absorto, intenta hablar, establecer diálogos de notas escondidas en el fondo de la humanidad, como un pozo sin fondo, como un corazón si salida.
De pronto, el roce de una cuerda suave y lenta, surgida de las profundidades aquellas de donde no se podía salir. El oscuro roce que va aumentando y creciendo hasta ti, hasta mí, hasta los dos, los miles, los cientos. Corriendo en estampida silenciosa vamos a él. La sabiduría anciana del contrabajo del bosque, entre pinares y olivos, aumenta en intensidad, hablando de la vida, de la imaginación, niño. Sociales y juguetones, melómanos melancólicos, los violines. Trazando melodías en el aire, jugando a ser niños sin serlo, niños profundos dirían en sus palabras de pentagramas. Las violas se unen pronto, tímidas sin serlo, añadiendo a los violines lo que ellos tienen prohibido decir, mientras juegan entre sí. Ellas con certeza y rigor, con fuerza y garra. Ellos más bien tristes, divertidos. Desgarradores. Entran los cellos. El sonido de la niebla nueva y renovada, limpia como el oro musical. Sincero, vibrante. Corazonador.





La explicación es sencilla y monologada. Quizás deba empezar aquel treinta de diciembre. Simplemente comienza la escritura para plasmar la imaginación. La sensación de tener algo sólido fuera, en mi cabeza. Mientras pasa la vida, voy escribiendo. Y viceversa. Quizás no sea el mejor momento, pero es el momento de hacerlo. Siempre lo es. Las palabras recrean, crean y juegan, como metáforas de la vida. Una palabra sola es una metáfora de su realidad. Está claro. Su composición es pura. La única palabra sin metáfora es palabra, porque es en sí misma su propia definición interna. Sin embargo, qué dicen las palabras. Son etiquetas. Clasifican, malas y buenas, feas y bonitas. Encierran en frases y libros el mundo real, quitando verdad. Tintando de colores al mundo.
Las situaciones ocurren y se nos pasan, forman parte de la vida. Definirlas implica seccionarlas, etiquetarlas. No hay momentos malos ni buenos. Hay momentos. Realmente hay un solo gran momento: la vida. Si escoges un momento y lo defines, le pones nombre, deja de ser ese momento, y pasa a ser lo que le hayas llamado. Malo, bonito, increíble, asombroso, memorable, para recordar. Solo para ti, el momento deja de ser lo que era y pasa a ser lo que le llames. Las palabras realmente son metáforas engañosas si las inventas. No hay muchas maneras de utilizarlas que no sea pintar la realidad con ella. Así que cada uno pinta su realidad como a él le parece.
Buscando sentir, malos y buenos momentos (así descritos), como si de una obra de teatro se tratara. Inventando incluso sus propios sentimientos. Vas coloreando el mundo de los colores que te son más fáciles de usar, los que están más a mano, ni siquiera los que más te gustan. Buscando algo por la vida, un paisaje con nuevos colores, supongo. Colores que son palabras, que definen, como tú quieras, cada momento. El momento está, tú decides cómo describirlo... A lo mejor te pierdes parte de ese momento por no haberla definido, por haber sudo la palabra incorrecta. Las palabras son árboles en un bosque del que no sabemos escapar aún. Quizás algún lograr definir las cosas de otra forma, hasta entonces, jugaremos con ellas, sabiendo que pueden jugar con nuestras vidas.

(Imaginad que se os avisa de un acontecimiento complicado para vosotros, que deberéis tener cuidado para no caer en algo malo, que no podréis pasarlo de forma fácil, que quizás no lo conseguiréis. Siendo más concretos, os podrían llegar a asustar. Quizás os hayan pintado de malos colores algo que ni siquiera sabéis lo que es. Pero eso lo hacéis vosotros mismos con vuestros momentos: el pensamiento negativo, pesimista, las malas ideas sobre un futuro incierto... Que vosotros mismo pintáis negro sin saberlo. Ese acontecimiento tan "difícil" de organizar, ese exámen tan "complicado"...)


Momentos. Pasan. Con el tiempo de la mano. Nosotros los elegimos, ya lo dije. Quizás no lo sepáis, pero vuestra mente sabe más que vosotros mismos sobre vosotros. Y es la elige lo que vais a hacer. Lo elige ella sola: vuestras emociones eligen los momentos. Intuición lo llaman. Realidad del cerebro. Quien no siente, no elige bien. Pero todos sentimos, verdad. Es una necesidad, una obligación o algo así entonces. Quizás sea el corazón el que no conozcamos bien. Entre la interacción del mundo y el corazón mediamos nosotros. Con palabras, por ejemplo, como yo ahora.


Quizás sea la diferencia entre necesidad y obligación lo que haya que entender. Sentimos todo como novedad desde niños. Vamos cayendo en la nada poco a poco. No sentimos, pero percibimos. No procesamos esa sensación, no la convertimos en un sentimiento, y nuestra vida cobra sentido a cachos, gracias a emociones inventadas.

La necesidad, es una emoción con sentimiento, pero sin sensación. La obligación es justo lo contrario. Debemos transformar la obligación en necesidad. Necesidad de sentir todo, como la música, si no, no viviremos. Como la fe de Dios. Es una elección. La escogemos al crecer de manera que perdemos la niñez.

Así, poco a poco, el mundo se va formando, ante nuestras invenciones. No lo sentimos, pero nos da igual, porque creemos que así está mejor. Solo sentimos algo de amor de vez en cuando, un sentimiento tan grande, que siempre se cuela, aunque no queramos.

Vivir es algo más.




¿Qué es la música?

Yárchik escuchó la pregunta de Irene y pareció dudar. Sostenía la viola entre sus manos, apoyada en las rodillas, y miraba hacia ella sin pronunciar palabra.

Por fin cerró los ojos antes de decir:
-Cualquiera diría que la música es simple música, y puede que sea verdad. Pero la música es algo más, es la explicación de lo que no necesita explicación.
Irene se rió, antes de decir:
-A medida que hablas mejor español se te entiende menos.
Yárchik también rió, o casi:
-Quiero decir que la música trata de explicar lo que ya está ahí: el mundo, la armonía, la belleza, la razón de las cosas. No hacemos música: explicamos esas cosas.
-Yo no sé nada -murmuró Irene-, porque no he vivido más que la música, demasiado cerca y durante toda mi vida, porque yo no la elegí. La eligieron mis padres por mí.
-También los míos -dijo Yárchik.
Irene dejó caer la cabeza sobre su pecho, y su pelo lacio le ocultó el rostro. Un gesto que solía hacer para disimular su inseguridad. Desde la oscuridad, repuso:
-No es lo mismo, tus padres son músicos, los míos no.
-¿Y qué importa eso? A tus padres también les gusta la música.
Cuando Irene volvió a levantar la cabeza, había una mueca en su rostro, entre la sonrisa y la burla.










Pues quizás no sea el preciso momento, sino la situación de uno lo que le hace avanzar. Momento.

Dios. Comienza el todo en total. El enigma de la naturaleza entre números solo.

1 comentario:

  1. Sencillamente increíble, conseguiste dar sentido a las palabras y hacer que disfrutara leyendo.
    Enhorabuena, alien.

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